miércoles, 9 de noviembre de 2011

Mil por qués

Por: Adriana María Valera (@avalerar)

Yo recuerdo tantos intentos fallidos de ir al Tayrona. 
Mi madre, gobernada por las habladurías y un miedo insolente porque allí desaparecieron y aparentemente murieron un par de compadres suyos, insistía que no. Evité su enojo de mar y olvidé el asunto. A cada vacaciones volvía la esperanza, la llevaba en la maleta como una prenda más, pero se perdía porque a las negaciones familiares no habían amigos que me ayudaran, con una inmensa pistola de agua, a derribar los temores que ya inquietaban al pueblo entero. ¡No, si eso los jóvenes van allá es a fumar marihuana! ¡Qué va a mandar a la "niña" a exponerse de esos peligros! Comentaban por ahí mientras yo me mordía las ganas de coger mis abarcas y largarme por una merecida puesta de sol. Mi madre tenía un susto mayor: que mi desaparición no fuera forzada sino voluntaria. 

Que su hija, la menor, la que no tiene manos sino lápices, se sumergiera en un éxtasis literario con fauna y flora sin salida. Ojalá hubiera tenido el coraje, ojalá me hubiera perdido de veras, pa' con un revolver de bollo e' yuca encender a plomo de justicia a aquellos que quieren tomar posesión de un territorio que es cuna de todos, donde yo voy a escribir mis versos, algún día... ¡algún día! (y con mi mamá a bordo).


Ella, mi madre, insistía en la historia de los desaparecidos. Una pareja de locos enamorados que se perdieron entre espuma de mar. La disputa de la desgastada historia es quién se ahogó primero. Cuentan que la mujer fue quien inicialmente se abrazó a las olas y que el tipo en un celo enfermizo se enfrentó a las aguas sin lograr librarse, ni librar, a la que sería su esposa. Fue una luna de miel no consumada. Fue un apetito idílico en el Tayrona. La búsqueda, según se escucha, duró alrededor de ocho días cuando encontraron rastros de los cuerpos ya bien besados por los peces o ¡qué se yo! Lo más brillante de todo el relato que impaciente me cuenta mi mamá es que del hombre sólo hallaron su extensa cabellera bellamente mojada, con diminutas estrellas de sal en los hilos de su cien. De la mujer no sé nada, creo que flotaban sus mordidos senos al sol... ese sol que yo quiero me consuma en el Tayrona, sin hoteles... sin resort.

2 comentarios:

  1. Como ejércitos de Morgoth invadiendo la belleza de Valinor, cabalgan hacia el norte desde todas las tierras podridas de esta Media Tierra, con ídolos de oro que convencen a los pobres de espíritu; arrasando con todo lo vivo para sembrar metales y dejar huérfanos a los retoños de los árboles más viejos.

    Las tribus más antiguas, dueñas ancestrales del conocimiento, guardianes de la sabiduría, negadas por los ciegos.

    Los dueños del metal que ciega, del metal que mata, del que convence con promesas y de sus aliados todavía más rodeados de lujos y lujuria se unen contra los menos, contra los que poseen más riquezas en el reino de los Cielos, porque resulta que en este reino, no tienen ni zapatos, y que, aunque hacen menos bulla resultan ser más.
    Es más la gente buena y es más la gente pobre aunque una cosa no signifique necesariamente la otra. En este pueblo que duele, una cantidad inferior al 1% de sus habitantes pueden pagar siquiera una noche en la fortaleza Morgothiana con grifos de oro y heliopuertos y piscinas ubicados donde una vez hubo un árbol, un río, un simio... Ese 1% no puede tener más fuerza que todos, aunque los medios y los ciegos dirigentes crean lo contrario.

    Ya bien jodida está esta Media Tierra, tanto así que ya está Media.
    Permitamos que nuestros hijos y nietos puedan ver este paraíso en vida.
    No dejemos que esta atrocidad se lleve a cabo.

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  2. y con la compañía de la mamá, se convierte en toda una odisea, y agradecerá haberla montado en la película, y por qué no, pido la invitación porque tampoco he tenido la oportunidad de ir, un abrazo

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